miércoles, 18 de septiembre de 2013

MENTE SANA, CUERPO SANO


¿Será posible que nosotros mismos seamos responsables de crear o restaurar nuestros malestares y enfermedades a través de nuestros pensamientos?

Nuestro estado de salud y bienestar es proporcional a nuestro nivel de conciencia: nuestra conciencia es la que define nuestros pensamientos, emociones y cómo respondemos a los estímulos o imágenes creadas por nuestro cerebro de todo nuestro entorno.

La Conciencia emite la información que se manifiesta físicamente en el cuerpo, es decir, la Conciencia es al cuerpo lo que un programa de radio al receptor.

La Conciencia es de calidad inmaterial y propia, no es producto ni depende de la existencia del cuerpo. El cuerpo no hace nada por sí mismo, tal cual lo comprobamos en un cadáver: el funcionamiento del cuerpo de una persona viva se debe a las funciones de dos sustancias inmateriales que solemos llamar Conciencia y Espíritu.

Dicho de otra forma, lo que ocurre en el cuerpo de un individuo es la manifestación y reflejo de la información o imágenes que ha idealizado en el cerebro, esta información es creada por nuestra conciencia. Cuando las distintas funciones del cuerpo se conjugan de manera armoniosa decimos que nuestro cuerpo está saludable, pero cuando estas funciones armoniosas son interrumpidas, generan las condiciones que conllevan a la enfermedad.

La pérdida de la armonía se produce en la conciencia que es nuestro campo de  información. A este desorden de armonía le llamaremos enfermedad, y se manifiesta físicamente en el cuerpo, esto nos lleva a comprender que el cuerpo es el reflejo de todos los procesos, cambios de información e imágenes que se producen en la conciencia, por lo tanto si una persona sufre de un desequilibrio de conciencia éste se manifestará físicamente con un síntoma, por lo que es incorrecto decir que el cuerpo está enfermo ya que nuestro cuerpo solo refleja la condición evolutiva del ser humano.

En otras palabras la enfermedad es la respuesta apropiada del cerebro a un choque externo, para preservar la vida y la especie.

Síntomas son muchos, pero todos son la expresión de un proceso que llamamos enfermedad y que a la vez es producto de nuestra Conciencia,  sin  ella el cuerpo no podría vivir ni enfermar. Este planteamiento coincide en parte con el modelo psicosomático que reafirma que es el ser humano en su nivel de Conciencia el que se enferma en el plano psíquico y cuando el problema psicosomático se resuelve en el cerebro, la enfermedad pasará a la fase de la reparación y sanación del cuerpo físico.

Así diferenciamos la enfermedad (en el plano de la Conciencia) del síntoma (plano corporal), al observar una persona con sus síntomas buscamos la interpretación de lo que el alma o Conciencia de la persona nos está diciendo, ya que la manifestación física es la expresión visible de un proceso invisible, para alertarnos de una anomalía y obligarnos a hacer una indagación, por lo que sería una estupidez tratar de contrarrestar o suprimir los síntomas físicos, ya que estos son luces de alarma de lo que pasa en nuestro ser, más allá de nuestro interior. Estos síntomas nos darán una guía adecuada para encontrar la causa y si debe ser tratada y eliminada al descubrir dónde estamos fallando como seres humano.

Comprendiendo este hecho, el enfermo ya no verá la enfermedad como una desgracia o maldición, sino como la evaluación de su desarrollo personal, al entender qué es lo que su alma le está manifestando, este ser tiene la oportunidad de decidir conscientemente si detiene o avanza en su proceso de vida personal, al atender los aspectos que requieren atención y que su Conciencia le exige atención urgente.

Entonces atendiendo a estos conceptos la actitud de la persona enferma cambiará y se responsabilizará de sí misma sin esperar que su curación provenga de medios externos, esto le da la oportunidad de desarrollar su Conciencia y transformase en un ser sano que trasmita lo mismo a sus congéneres.

La curación del individuo lo redime de sus faltas que le enfermaron. Solo así puede seguir en su proceso evolutivo de la Conciencia para ser un mejor o más elevado ser. Es la enfermedad la que nos muestra el camino que cada uno de nosotros lleva recorrido.

Es la enfermedad quien hace honesto y sincero a los enfermos de su condición y realidad.

Hagamos un diagnóstico, ¿esa enfermedad que llevamos por años, será por algo que no habremos podido superar a nivel de conciencia más allá de nuestro interior?

DIAGNÓSTICO DEL TRASTORNO PSICOSOMÁTICO



Haciendo zapping por diversas páginas web he encontrado este interesante artículo sobre las enfermedades psicosomáticas, me gustaría tener con vosotros un feedback al respecto y ver que otros enfoque terapéuticos pudiéramos tener desde un punto de vista alternativo, quien desee hacer un comentario os agradezco, gracias.

Uno de los aspectos más difíciles a la hora de tratar las enfermedades psicosomáticas es el establecimiento de un claro diagnóstico. Primeramente hay que alcanzar la distinción entre este tipo de enfermedades y otras de origen médico o psicológico, con posterioridad se aportan las claves necesarias para conseguir un diagnóstico diferencial de otra sintomatología “parecida”.

El interés del estudio por lo psicosomático parte desde el área clínico como una interrogante ante determinados síntomas de los que no se encontraban un origen médico, surgiendo la idea de que el organismo (soma) podía estar viéndose influido por la mente (psique) de la persona; pero por supuesto debería de ser una “psique enferma”.

Con ello se aceptaba algo que hasta ese momento había sido desechado, y es la estrecha vinculación entre la mente y el cuerpo, y su interdependencia, de forma que si uno enfermaba lo hacía el otro, y al revés; precisándose de una intervención desde una perspectiva holística de la persona. 

Por tanto, existen tres tipos de afecciones posibles en el paciente, las enfermedades físicas; los trastornos psíquicos o psiquiátricos y los trastornos psicosomáticos. Pero se ha podido comprobar cómo algunas enfermedades físicas tienen efectos psicológicos; al igual que algunas enfermedades psíquicas tienen efectos físicos; lo que ha llevado a muchos autores a defender la idea de que todas las enfermedades, tanto físicas como psíquicas son trastornos psicosomáticos, ya que en mayor o menor medida se van a ver afectados aspectos físicos y psíquicos del paciente.

Aportaciones que han sido corroboradas desde los más recientes estudios sobre psiconeuro-imnuno-endocrinología donde se aborda precisamente las relaciones de interdependencia entre los aspectos que influyen en la salud, como es el sistema inmune, donde participa también el sistema nervioso, el endocrino y la psique. 

Actualmente el papel de lo psicosomático se restringe a lo que se conoce como trastornos somatomorfos o síntomas somáticos médicamente inexplicados, cuya característica principal es que se producen síntomas físicos sin que medie una enfermedad médica que lo explique.

Una vez que se conoce cuál es el campo de intervención de los trastornos psicosomáticos, para poder llevar a cabo un diagnóstico diferencial, hay que establecer una distinción clara con otros cuadros clínicos, donde la demanda del paciente es por síntomas físicos en donde no se encuentra causa médica que lo explique, entre los cuales están:

- Las simulaciones, donde no existen síntomas físicos, sino es la persona quien está inventando conscientemente los síntomas para conseguir algún beneficio o para evitar una obligación; es por ello que el
médico no consigue establecer un diagnóstico claro.

- El síndrome de Munchhausen, igualmente en éste caso existen síntomas “simulados”, pero estos son autoprovocados por el paciente, bien ingiriendo medicamentos o sustancias tóxicas, para tener fiebres o vómitos; o autolesionándose para originar hematomas; pero en ésta ocasión la persona trata de alcanzar de forma imperiosa el “estatus” de enfermo y con ello su hospitalización.

- La mitomanía, también conocido como mentiroso compulsivo, donde la mentira se produce buscando notoriedad y admiración por parte de quien le escucha, sin que existan síntomas físicos que “apoyen” su versión. La diferencia principal con el simulador es que no se dan las características de personalidad del primero, ni esa “adicción” a mentir.

- El trastorno límite de personalidad, se da en paciente con una personalidad “débil” con constantes dudas respecto a su identidad y con falta de control de los impulsos; a parte de las quejas somáticas, el paciente se presenta con todo un elenco de características de personalidad e impulsividad que permiten establecer un diagnóstico diferencial al respecto.

La primera tarea del profesional de la salud es descartar otros trastornos mentales, que pueden estar en el origen de esos síntomas que provocan la demanda del paciente. Una vez que no existe una explicación médica de los mismos, y descartada la simulación y otros trastornos psicológicos, podemos afirmar que estamos ante un trastorno somatomorfo.

La característica principal de los Trastornos somatomorfos es la presentación repetida de síntomas físicos, junto con solicitudes persistentes de exámenes médicos, a pesar de que los hallazgos sean repetidamente negativos y de que los médicos hayan reafirmado que los síntomas no tienen fundamentos físicos. Si es que existen algunos trastornos físicos, éstos no llegan a explicar la naturaleza ni la magnitud de los síntomas ni la aflicción y la preocupación del paciente.

Dr. Juan Moisés de la Serna